Opinión

Un artigo do avó de Rajoy

D. Enrique Rajoy Leloup, avó paterno do actual presidente do goberno, Mariano Rajoy Brey, naceu en Santiago de Compostela en 1882 e faleceu na mesma cidade en 1966. Licenciouse en Dereito pola Universidade de Santiago en 1910. Foi concelleiro de Santiago de Compostela en 1931 e profesor de  Civil na Universidade de Santiago. 

D. Enrique Rajoy Leloup, avó paterno do actual presidente do goberno, Mariano Rajoy Brey, naceu en Santiago de Compostela en 1882 e faleceu na mesma cidade en 1966. Licenciouse en Dereito pola Universidade de Santiago en 1910. Foi concelleiro de Santiago de Compostela en 1931 e profesor de  Civil na Universidade de Santiago. Formou parte da Comisión redactora do Proxecto do primeiro Estatuto de Autonomía de Galicia, durante a  República, xunto con Alexandre Bóveda, secretario do Partido Galeguista, fusilado polos sublevados o 17 de agosto de 1937, Día da Galiza Mártir. O 19 de abril de 1932 propuxera ao Consistorio santiagués que tomara a iniciativa para conferir  legal á implantación da autonomía de Galiza, que se demorara,  en Cataluña e en  xa se iniciara. Comezado o procedemento, o Consistorio  constituíu unha comisión de organización, da que  Rajoy foi o seu secretario. Dita comisión convocou unha asemblea preparadora para o 3 de xullo de 1932, á que asistiron asociacións, partidos políticos e personalidades políticas e culturais galegas. Rajoy foi nomeado secretario da Mesa definitiva. A asemblea acordou conceder á Mesa un voto de confianza para nomear aos dez membros dunha comisión que se encargaría de elaborar un proxecto de Estatuto de Autonomía. A proposición aprobouse por aclamación e na mesma atopábase Rajoy. No acto en que se constituú a Comisión Redactora do Estatuto, 3 de xullo de 1932, os  da mesma designaron a Rajoy para que fose o seu secretario.

"Formou parte da Comisión redactora do Proxecto do primeiro Estatuto de Autonomía de Galicia, durante a  República, xunto con Alexandre Bóveda"

Ao trunfar a Sublevación de 1936 contra a República española, foi represaliaddo e privado da súa Cátedra Universitaria en Santiago de Compostela. En 1952 permitíuselle regresar ao cargo, que ocupara con anterioridade a 1936, de Decano do Colexio de Avogados.

En novembro de 1933 D. Enrique Rajoy , á sazón Secretario do Comité Rexional da Autonomía de Galiza escribiu un eloxioso artigo en “El Pueblo Gallego”, titulado “En ruta  la España. El plebiscito vasco y el plebiscito ”, sobre o recente trunfo do plebiscito do Estatuto Vasco, celebrado o 5 de novembro do citado ano. O xornal nacionalista “El Día” transcribiu íntegra esa colaboración o domingo seguinte 12 de novembro, que copio para que os avezados lectores mediten e extraian as correspondentes conclusións, tendo en conta a conxuntura da época e que D. Enrique era republicano, moderado, autonomista, amigo de Castelao, galeguista, non nacionalista, pero serio, reflexivo, conciliador, dialogante, intelixente, integrador e razonador. Algúns parágrafos resultarán anacrónicos para a nosa mentalidade actual, outros, sen embargo, premonitorios e vixentes. Só quixera significar que o plebiscito para o Estatuto Galego, que tiña data de celebración inicialmente programada para o 17 de decembro de 1933 como sinalaba o articulista, non se realizou até o 28 de xuño de 1936, porque as dereitas trunfaron nas eleccións xerais do 19 de novembro de 1933 e obstaculizaron por todos os medios tal celebración. A sublevación do 18 de xullo faría inviábel a aplicación estatutaria.

“El pueblo vasco, unido a Galicia en fuerte hermandad, ha dado un decisivo avance-el más difícil- en la ruta hacia su autonomía. El domingo último, acudió en masa a los Colegios electorales y en más de un noventa por ciento del Censo, hombres y mujeres votaron, enardecidos de entusiasmo el Estatuto de la autonomía vasca. En esa hora apoteósica del triunfo, cuando el corazón de los valientes hijos de Euzkadi vibraba de emoción, tuvieron un efusivo recuerdo para Galicia, y sus representantes populares dirigieron emotivos telefonemas al Comité de Autonomía Gallega, comunicándole el éxito, queriendo hacernos copartícipes de su alegría, y significando sus votos porque Galicia tenga un triunfo análogo en el referendum plebiscitario de su Estatuto, señalado para el próximo día 17 de diciembre. 

"D. Enrique era republicano, moderado, autonomista, amigo de Castelao, galeguista, non nacionalista, pero serio, reflexivo, conciliador, dialogante, intelixente, integrador e razonador".

Los partidos políticos de Vasconia votaron por el Estatuto, incluso los socialistas. En Eibar la masa obrera retiró su intervención de los Colegios electorales y votó en bloque por su autonomía. El obispo de Vitoria dio también ejemplo de civismo y de amor a la Tierra vasca, acudiendo a emitir su  sufragio en favor del Estatuto. En San Sebastián, al conocerse el triunfo, el entusiamo fue delirante, las músicas recorrieron la ciudad y en la mayor parte de los pueblos vascos se lanzaron al vuelo las campanas de las Iglesias, exteriorizando la alegría popular. !Bien por los vascos! !Gora Euzkadi gallegos!!Hurra por la Tierra vascongada, hermana de Galicia y orgullo de la comunidad política española!.

Y, ahora, electores de Galicia, unas breves reflexiones.

El 17 de diciembre va a celebrarse el plebiscito de vuestro Estatuto. Anda la cizaña tratando de infiltrarse entre vosotros. Os dice una porción de lugares comunes, tipo “standar”, contra el Estatuto, con un desconocimiento total de su contenido o con una refinada maldad, a sabiendas de  que lo que os predican es inexacto. !No les hagáis caso! Los enemigos del Estatuto son los que han venido ordeñando las ubres de Galicia, y naturalmente, no quieren la autonomía porque, al venir, no podrán seguir exprimiendo a la vaca gallega. Bien extenuada la tienen en tanto que han chupado en ella. !Que la dejen en paz! !Que se vayan! !Que le permitan reconstituirse, y Galicia, exhausta como resultado de tanto ordeñamiento, recobrará sus energías y renacerá con todo el vigor de sus poderosos elementos vitales!.

La autonomía es la renovación, el despertar de todos los valores gallegos, el resurgimiento de las energías de nuestra raza sufrida, pero de fortaleza indomable, el desarrollo de nuestra propia cultura, la resurrección de nuestra economía, la puesta en marcha, conducida por nosotros mismos, de todos los motores que, en un futuro cercano, han de conducir a una Galicia espléndida y fuerte, célula de universalidad, orgullo de sus hijos, foco radiante de cultura en la comunidad civilizada. Significa, por tanto, la autonomía el progreso hacia el cual deben caminar, en marcha ascensional, los pueblos que no quieren morir.

"Desde el momento en que se ha  concedido el Estatuto a Cataluña-es un sueño pensar que se puede dar un salto atrás, y no habría partido solvente que, al encargarse del Poder, se atreviera a ello"

En cambio, no ir al régimen de autonomía representa la quietud, el misoneísmo, el estancamiento, la persistencia en este colapso terrible y vergonzante por el que viene pasando al Tierra gallega, en este enervamiento desolador, castrador de energías y de iniciativas nobles, que es más enojoso que la muerte. No queda otro dilema gallegos: !O renovarse o vivir muriendo!.

Os dicen que la autonomía es una cosa mala, que no es conveniente para Galicia, que debe seguir yacente nuestra Tierra en el marasmo actual. Sin embargo, los pueblos más inteligentes, más ricos y de más sentido político y práctico de España, la apetecen. Cataluña ya consiguió el reconocimiento de su personalidad e inicia el nuevo régimen, cuyas ventajas no aparecerán en su plenitud hasta que se verifique el traspaso de servicios con los medios económicos adecuados; Vasconia acaba de votar su Estatuto. En Cataluña son autonomistas el elemento popular representado por la Ezquerra; el elemento plutocrático, que está encuadrado en la Lliga, el religioso, en su clero, cardenal y obispos; y el cultural, del que es exponente la Universidad. En las Vascongadas ocurre una cosa parecida. Ya habéis visto que votó el Estatuto el obispo de Vitoria y que las campanas de las iglesias se echaron al vuelo en señal de regocijo al triunfar el plebiscito.

!gallegos! !Reflexionad unos momentos! ¿Creéis vosotros que si la autonomía no fuese un bien, en el orden económico y en el cultural, la habrían querido los catalanes y los vascos? 'Creéis que catalanes y vascos no saben lo que les conviene? ¿Vais a suponerles tan desprovistos de juicio que fueran a  votar lo dañoso para sus intereses? Este solo hecho deberá bastar para que todos vosotros os diéseis cuenta de que la autonomía es un régimen de gran utilidad para el pueblo que lo obtiene. Esa reflexión única debiera ser suficiente para que, en el día del plebiscito que se avecina, votaseis todos por el Estatuto, que es el inicio, el alfa de la redención de la Tierra gallega.

¿Que la autonomía de las regiones va contra la unidad del Estado español? Perdónales, Señor, que no saben lo que dicen.

"Campañas insensatas o inconscientes y patrioteras prenderán en la masa que no ve más allá de sus propias narices y acentuarán su desafecto a  Cataluña. Entonces, los catalanes, con la sagacidad que le caracteriza, tratará de armonizar su economía con la de otros países-Francia, tal vez-y, a la primera ocasión, romperán las amarra y surgirá fatal e inevitable la disgregación".

El movimiento autonomista gallego,-que no es obra del partido galleguista, sólo uno de sus elementos colaborantes como tantos otros- en el cual estamos, con la mayor pureza y altruismo, quienes no tenemos nada de común con el separatismo, lejos de ir contra la unidad española-no se confunda con la uniformidad-contribuye poderosamente a la verdadera integración orgánica de la comunidad política hispánica. Es  una labor de ferviente españolismo. Para nosotros no es un medio para la secesión. Eso lo creerán algunos exaltados, hoy por fortuna, en minúscula minoría. Desde el momento en que se ha  concedido el Estatuto a Cataluña-es un sueño pensar que se puede dar un salto atrás, y no habría partido solvente que, al encargarse del Poder, se atreviera a ello, aunque pregone la oposición otra cosa- interesa a España que se extienda el régimen de las autonomías regionales. Así podrá establecer una integración orgánica del Estado español, de carácter general mediante una organización local a base de las regiones, sometidas a un ordenamiento jurídico, que contenga todos los resortes necesarios para mantener la unidad y la soberanía del Estado y reconozca y reconozca a aquellos órganos naturales de la institución política española, la facultad de establecer sus propias leyes interiores, dentro del ordenamiento general encaminado a mantener la armonía del conjunto.

De otro modo,  desengáñense  los españoloides, más papistas que que el papa, españa formará de hecho un Estado dual.

Campañas insensatas o inconscientes y patrioteras prenderán en la masa que no ve más allá de sus propias narices y acentuarán su desafecto a  Cataluña. Entonces, los catalanes, con la sagacidad que le caracteriza, tratará de armonizar su economía con la de otros países-Francia, tal vez-y, a la primera ocasión, ante cualquier ataque estulto de marcha de Cádiz o culquier desaguisado de un gobierno idiota, romperán las amarra y surgirá fatal e inevitable la disgregación.

Es, pues, la labor que Galicia está haciendo-o que hacemos, los que nos hallamos enrolados en el movimiento autonomista- una obra de hispanismo seriamente constructiva, que, al hacer fácil, para los órganos del Poder, dar una nueva organización al Estado, de manera acomodada a su estructura natural, contribuirá eficazmente a su integración y a su subsistencia.

!Electores gallegos!!Por Galicia y por España, es vuestro deber acudir a votar al Estatuto el 17 de diciembre venidero!

Yo espero de la reflexión de todos, que hagan un verdadero examen de conciencia y nos nos causen el sonrojo de que los demás pueblos españoles puedan creer que serán gallegos los asesinos de Galicia.
!Salud!.”

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